sábado, 3 de mayo de 2008

EDITORIAL

LA ODISEA DE VIAJAR

Demasiados accidentes, demasiadas muertes, demasiada tragedia en las rutas deben hacernos recapacitar. Hoy fue una jovencita de 25 años la que pagó tributo a tanta locura. Mañana serán otros y, de no mediar la cordura por parte de quienes conducen y medidas de gobierno acordes a esta tremenda problemática, las estadísticas de muertos y heridos seguirán aumentando a límites escalofriantes. Dejar de viajar es imposible, por estudio, por problemas de trabajo, de salud o familiares, por turismo, en fin, son muchas las razones por las cuales debemos viajar con regularidad. Y en cada salida se pone en marcha una suerte de ruleta rusa, en la que alguien termina siendo protagonista de un accidente. Por imprudencia propia, por impericia ajena, por obra de la casualidad o el destino, pero lo cierto es que la posibilidad de convertirse en víctima está en cada metro de la cinta asfáltica.

No podemos decir que tal empresa de transportes sea más o menos segura, porque la crónica policial nos dice que todas invariablemente en algún momento integran esa lista macabra que deja vidas en el camino. A los automovilistas ya poco y nada queda para decirles. Hoy los autos son cada vez más sofisticados y veloces, superan los 200 km. de velocidad para circular en rutas en las que ya es arriesgado hacerlo a 120 km. Es cierto que cuentan con mayores elementos de seguridad, buenos frenos, estabilidad, airbag, etc., pero por lo visto nada de eso es suficiente cuando circulan demasiados vehículos, enormes camiones, máquinas rurales, etc. con un ancho de ruta diseñado para hace 50 años, cuando el tránsito era infinitamente menor.

Basta con circular hacia o desde Buenos Aires por la ruta 5, para comprobar que transitan micros, combis y camiones a 130 km. cuando no podrían pasar los 100 km. Que nos pasan autos a velocidades vertiginosas, circulando en zig-zag entre otros vehículos, pasando con los justo, como si fueran pilotos de Fórmula 1.

Es momento de parar toda esta locura. Ayer fueron los hijos de otros, hoy pueden ser los nuestros, o nosotros mismos. Tal vez la solución pase por acciones concretas y medidas drásticas. Hoy en día salir a la ruta se convierte en un acto poco menos que suicida. ¿Qué estamos esperando entonces?.