Murió un periodista de raza
Nada menos que el Día del Periodista, falleció Bernardo Neustadt, un periodista que dejó la impronta de su auténtica vocación, marcando hitos en la historia del periodismo argentino. Su deceso se produjo al mediodía del sábado, víctima de un paro respiratorio mientras almorzaba en su casa de Martínez. Tal vez no pudo morir como él quería, en la redacción de un diario o en el estudio de una radio o canal de televisión, pero deja una rica historia jalonada por espectaculares éxitos y una trayectoria controvertida en la que se mezclaban elogios y críticas por igual. Fue sagaz, incisivo, polémico, brillante, dueño de un idioma simple y fácil de comprender, creador infatigable, generador de poder, y como él quería que lo recordaran, «un hombre que ayudó a pensar». También conoció el desdén, la censura y el desprecio, pero la mayoría le reconoció el talento y los grandes aciertos que marcaron su trayectoria. Le habló a doña Rosa, contó las horas que dormía, los días tristes de su infancia, llevó a sus programas a todos aquellos que significaban algo, y también a muchos que no significaban nada y que a partir de allí cobraron notoriedad. Alguna vez incluso llegó a leer EL OESTE en cámaras y comentó: ¡La escuela periodística de Carlos Casares es única!, e hizo que se comunicaran desde su producción con nuestra redacción para solicitar el envío de nuestros ejemplares, algunos de los cuales leyó en sus programas de radio, coronándolos con jugosos comentarios.
Neustadt no se fue de este mundo sin pena ni gloria. Fue el sábado la noticia más importante del día. Desde las redacciones de todos los medios logró lo que pocos, que aún estando muerto algunos de sus colegas desnudaran la mezquindad de sus prejuicios, así como otros resaltaron los quilates de su figura, su obra, sus sueños, y esa vocación inquebrantable que lo acompañó hasta el fin de sus días.