Era la vivienda de la familia Carioli, en la esquina de Vte. Lopez y Las Heras, donde actualmente está el supermercado
La llamaban la «Casa Encantada» desestimando la palabra «embrujada» o «hechizada», tal vez para quitarle cualquier connotación maléfica. Nos referimos a la casa habitada por la familia de don Juan Carioli, en Vte. López y Las Heras (actualmente supermercado
«Recuerdo que yo era pibe cuando se dieron esas apariciones y golpes en la casa de los Carioli. Se dio esa circunstancia a la muerte de la madre de ellos, a la cual apreciaban mucho», decía al ser entrevistado don Marcos Pelman, descendiente de los colonos de Colonia Mauricio, quien continuaba con su relato: « todas las noches, durante muchos días, entre las 20 y las 21 se veía aparecer el espíritu de la madre en la casa que ellos habitaban, que se visualizaban desde una de las ventanas... se escuchaban ruidos y el golpe de manos en el ventanal. Ese fenómeno se vivió toda una semana, más de 10 días con ribetes de espectáculo, hasta que se fue diluyendo. Se escuchaban ruidos, no muy fuertes, el silencio era sepulcral, la gente quería escuchar, nadie se movía y eso que había más de 500 personas, todo el pueblo estaba ahí. Vamos a lo de Carioli, decían. La gente se agolpaba en una de las ventanas desde donde decían que se veían cosas y se escuchaban los muebles que se corrían y ruidos. No era una fantasía, yo lo vi y lo sentí, era una necesidad la de ir a esa casa....»
RAÚL CARIOLI TIENE NÍTIDOS RECUERDOS
Conversando con el conocido vecino Raúl Carioli, que en ese entonces era un niño, nos decía que con sus hermanos vieron parte de esos fenómenos, que recuerda que estaba muy asustado e impresionado. «Un costurero se trasladaba de un lugar a otro de la casa, también se movían las sillas y los muebles, las camas se levantaban de la parte de los pies, las zapatillas golpeaban mientras dormíamos, y ese costurero de mamá no paraba. En una oportunidad estábamos con mi hermano haciendo los deberes y cuando me agaché a agarrar un secante que se me había caído, el costurero que estaba adelante, apareció detrás mío. Estábamos muy asustados pero no queríamos hablar mucho para que no pensaran que estábamos locos. También en el patio escuchábamos ruidos, como que lloviera vidrios o chapas sobre las máquinas. La gente del Culto Evangélico llegó hasta nosotros para protegernos, pero apareció una nota con la letra de mamá que nos decía que volviéramos a
Conversando con otros antiguos vecinos, éstos recordaban haber ido y escuchado los ruidos de puertas que se abrían y cerraban y muebles que se arrastraban, pero no haber visto apariciones. Coincidían en que cientos de personas se daban cita cada noche y que era el comentario de toda la población. Incluso algunos llevaban crucifijos, otros oraban y no faltaron los que estaban armados como para corajearle al susto de encontrarse con un fantasma.
Pasados esos días no volvieron a repetirse dichos fenómenos. Cada cual tenía su propia versión, luego el olvido dio vuelta la página y pasó a ser parte de la rica historia casarense.