sábado, 4 de octubre de 2008

EDITORIAL

LOS SUPERMERCADOS Y LAS PROTESTAS DE LOS COMERCIANTES

Se hace muy difícil que pequeñas comunidades como Carlos Casares puedan seguir manteniendo su identidad lejos de la globalización, que ignora la idiosincrasia de los pueblos, sus costumbres y hasta sus tradiciones. El culto a lo artesanal y casero, la institución del almacén, el pan caliente salido del horno a leña, las verduras de la quinta, la modista, el sastre, las empanadas de doña Luisa , en fin, hoy todo puede encontrarse en el supermercado, en bolsas selladas, con inscripciones que especifican el valor energético del producto, y mucho ligth, demasiado plástico y gustos sintéticos. Y como si eso fuera poco, tienen ofertas con las cuales el modesto comercio local no puede competir, ya que suelen ser más económicos que su propio costo. ¿Eso es competencia desleal?. Visto de una manera, sí, porque las ventajas que ofrece un super al consumidor, por su poder empresario, no las puede ofrecer el pequeño comerciante de barrio, que incluso fía, atiende a deshora, cambia productos y hasta acepta devoluciones. Pero por otra parte, quienes invaden globalmente la modesta economía local, lo hacen dentro del marco de la ley, cumpliendo con los requisitos de habilitación exigidos por la comuna, y pagando las tasas municipales como Dios manda. Además la resistencia del resto de los vecinos es relativa, por cuanto en dichos comercios compran más barato, y cuando necesitan crédito o atención fuera de hora, tienen a los almacenes de barrio. ¿Egoísmo?, no, tal vez conveniencia.

Lo que reclaman los comerciantes que se sienten perjudicados es protección por parte de la autoridad comunal. Tal vez una ordenanza que les impida instalarse en el radio urbano, como se ha hecho en otros partidos, pero, claro, siempre está la ley y la justicia de por medio. Ese tipo de herramienta legal de protección debe contar con una fundamentación sólida y razonable, que sea contemplada por un juez a la hora de fallar. Existen otros remedios proteccionistas diagramados por cámaras de comercio y gobiernos comunales, pero invariablemente, si no cuentan con un sustento legal razonable, terminan naufragando.

Se creía que la comuna era el último bastión que frenaba al mundo global, preservando a los vecinos de esa suerte de contaminación que afecta a las sociedades y demuele sus costumbres. Pero, el muro de contención ha cedido de tal manera que ya muy poco y nada nos diferencia.

De todas formas no desoigamos a los pequeños comerciantes. Es probable que surja alguna idea que al menos sirva para desalentar esa invasión global que los tiene tan preocupados.

El «enemigo» a vencer no es chico, y si no, veamos este pequeño ejemplo: En una ciudad alemana, aún más pequeña que la nuestra, se instaló un supermercado. Los comerciantes perjudicados, con la ayuda de los vecinos, viendo la intransigencia de las autoridades, resolvieron tomar ellos la iniciativa. Todas las mañanas llevaban a sus perros a hacer caca en la vereda del super. El enchastre y la suciedad eran deprimentes. El supermercado no denunció el hecho, sólo se limitó a bajar un 50% el precio del alimento para perros y colocó grandes carteles con la oferta en la vereda y en las vidrieras del mismo. Aprovechó la presencia diaria de una potencial clientela.