sábado, 28 de marzo de 2009

EDITORIAL

LA COMUNIDAD DEBERÍA PODER EXPRESARSE CON RELACIÓN A LA "REFUNCIONALIZACIÓN" DE LAS DOS ARTERIAS MÁS IMPORTANTES DE LA CIUDAD

Si hablamos de «refuncionalización», -el término empleado por los arquitectos que participaron en el concurso de anteproyectos para reordenar y acaso embellecer el área central de la ciudad y especialmente las avenidas principales, San Martín y 9 de Julio-, tal vez no sepamos bien de qué estamos hablando. Es preferible hablar de un cambio que conlleve a un mejor ordenamiento del tránsito, en el que también sean específicamente delineados los lugares de estacionamiento para los distintos tipos de vehículos, la remodelación de algunos sectores, y una suerte de hermoseamiento de las dos importantes avenidas que conforman un poco la vidriera de la ciudad. Hechos los proyectos y elegido por profesionales el que más se adaptaría a las necesidades casarenses, no podemos dejar de reconocer que el mismo ha de provocar un cambio sustancial en el ordenamiento urbano, por lo que someterlo a la consideración de los vecinos no sería desacertado. No debemos olvidar que todo cambio de ese tipo implica una mofidicación fundamental en las costumbres de la gente, que a algunos les ha de resultar conveniente y agradable, y a otros innecesaria y molesta. Precisamente si algo debe caracterizar a una comunidad organizada, que pretende ser pluralista y democrática, es la discusión abierta y sin tapujos sobre la forma que han elegido para vivir, por considerarla la más conveniente, que les proporciona una calidad de vida mejor.
Anclarnos en el pasado y pretender que nada cambie porque «total, así estamos bien», e ignorar que en las últimas décadas las transformaciones han sido notables, sería como perder el tren del futuro y negarnos a aceptar que las necesidades del mundo moderno exigen una modificación (los profesionales le dicen refuncionalización) en el diseño de las ciudades y los territorios contemplados como sistemas funcionales que se relacionan entre sí para el logro de fines comunes.
De todas maneras, al excelente trabajo de los profesionales debemos ponerle el acento de nuestra identidad y pertenencia, y ver de qué manera podemos adaptarnos al funcionamiento propuesto. Si lo hacemos, podemos decir que vamos hacia adelante; si no lo logramos, deberemos arrepentirnos del no haberlo intentado.
Es por lo expuesto que sería procedente que, antes de dar comienzo con el proyecto, pasemos la idea por el tamiz de la opinión pública, de los que se han de beneficiar o perjudicar con el mismo. Y entonces sí, si se logra una identificación de los cambios propuestos con el sentir de los vecinos, ¡manos a la obra!.