sábado, 13 de febrero de 2010

EDITORIAL

¿Estamos gobernados por el diablo o estamos "diabolizando" al gobierno?

No es fácil encarar este tema sin que el lector suponga que estamos de uno u otro lado, que nuestra opinión no es independiente. Es que el grado de sensibilidad de los ciudadanos es tal, que se han creado dos grandes bandos: de un lado los que reniegan, aborrecen, critican y hasta maldicen al gobierno del matrimonio Kirchner (son indivisibles en la vida y también en la política), y por el otro, los que lo apoyan y defienden a ultranza, que hoy, tal vez, sean los menos.
¿Estamos acaso gobernados por el diablo, por gente excesivamente mala que personifica el mal en toda su dimensión, que maneja discrecionalmente el país con desprecio de todo aquello y todo aquel que no sintonice su misma frecuencia?. ¿O es que estamos diabolizando de tal manera al gobierno que nada de lo que hace, dice o proyecta es positivo, negándolo todo por avieso, malintencionado y corrupto?.
Cuesta creer que podamos convivir y acaso sobrevivir con cualquiera de esas dos antinomias. El ciudadano común se ve jaqueado por opiniones adversas y diversas, por la subjetividad interesada de los grandes medios periodísticos, por la mezquindad de la clase política y la ineptitud e ineficiencia de un gobierno que prefiere la confrontación y ha hecho de la mala comunicación un arte, generando una sensación térmica mayor que la temperatura real, sintiéndose (los ciudadanos) entre fuegos cruzados, imposibilitados de formar opinión consciente y criteriosa.
Ni nos gobierna el diablo, ni debemos pensar que es así.
La democracia es un sistema de gobierno que no nos ampara de los malos gobernantes. Debemos sufrirlos sin son malos, disfrutarlos si son buenos, pero diabolizarlos es fatigoso e inútil. Desearles la muerte, como ha ocurrido recientemente, o rogar por un golpe de gobierno, es la cobardía personificada. El no tener agallas para soportar estoicamente el error de haberlos votado. Porque alguien los votó, ¿verdad?.
Así como vivir con odio no es vivir, tampoco lo es creyendo que somos marionetas de un casal gobernante que no ejecuta nuestra melodía. La herramienta no es otra que el voto. La actitud democratica: la espera. Por lo tanto, para aquellos que están convencidos de que Satanás se ha enquistado en la Rosada, las dos opciones están vivas: esperar y votar.
No diabolicemos. Diabolizar es paralizar el diálogo, la esperanza, las oportunidades, nuestro futuro. Bajar los brazos no tiene sentido.