miércoles, 21 de abril de 2010

EDITORIAL

EL MANEJO DE LA NOCTURNIDAD, ¿ES MATERIA OPINABLE?

Mucho se ha hablado, se habla y también legislado con relación al manejo de la nocturnidad en bares, pubs, bailables, etc. Es un problema que viene de años y que aún parece no haberse solucionado pese a la abundante legislación que hay al respecto.
No se entiende muy bien que los comerciantes de la noche, como se los llama a aquellos propietarios de lugares de diversión nocturna, tengan que reunirse con las autoridades a efectos de convenir modalidades, horarios, hablar de «flexibilización», contemplar comportamientos y opinar unos y otros «lo que es mejor para Carlos Casares». Es así que en dichas reuniones se formulan cargos, se hacen cuestionamientos y se ponen al desnudo las falencias en el cumplimiento de las normas vigentes. Unos y otros están en falta, y lo aceptan intentado ponerse de acuerdo, cuando en realidad se sabe de antemano que la vocación de infringir dichas normas está omnipresente.
Convenir nada, pactar nada, sólo hay que hacer cumplir las leyes, ordenanzas o decretos sin excepción, evitando «arreglos» o «convenios» que nunca se cumplen. Los comerciantes de los lugares de esparcimiento nocturno tienen la obligación de contar con las habilitaciones correspondientes, brindando en sus locales todas las medidas de seguridad exigidas, como así también dar cumplimiento a rajatabla con los horarios permitidos y no tolerar el ingreso de más personas que el máximo fijado. A la autoridad de aplicación le cabe realizar inspecciones periódicas y constatar que las medidas se cumplan, como una forma de proteger a quienes allí concurren, y de evitar que las transgresiones puedan causar daños a terceros, como ya se ha visto en gravísimos accidentes que han conmovido a la opinión pública. Dichas inspecciones deben ser a todos por igual, sin excepciones.
En cuanto a los horarios de cierre dispuestos, también deben ser respetados, dado que se han fijado para evitar los desbordes que se suelen originar cuando no existen límites, y la venta de alcohol es indiscriminada.
Aceptar que deben reunirse «a dialogar», es aceptar que unos y otros no cumplen con sus obligaciones. No puede la autoridad aceptar que ingresen a un local más personas que las permitidas, como tampoco «flexibilizar» horarios o tolerar que se corran los límites de edades que diferencian a mayores de menores. Si la política es el arte de negociar, este es un tema en el que no cabe negociación alguna. Máxime cuando por lo general, cuando se negocia respecto a la nocturnidad, una de las partes trabaja y la otra duerme