LOS PERONISTAS PERINASSO Y MARTÍNEZ SE PELEAN POR LA ENTREGA DEL TREN SANITARIO
Un dirigente político no debe ser un mercader de votos que usa cualquier atajo ético para exponer sus rivalidades y desnudar públicamente sus mezquinos intereses.
Olvidar lo esencial, que en el medio de sus bochornosas disputas está la gente, es traicionar la doctrina de la cual dicen o creen ser sus apóstoles.
El lunes, por un medio radial, dos representativos políticos de esta ciudad, el Presidente del Partido Justicialista José Luis Perinasso y el Presidente del Partido para la Victoria, Miguel Martínez, hicieron públicas sus diferencias en un escuchado programa, formulando uno de ellos (Perinasso) serias acusaciones, retrucando Martínez con explicaciones e imputaciones, que a los ocasionales escuchas les dejó el amargo sabor de la duda y la sospecha.
Si de esa manera creen que interpretan, como peronistas que se dicen, la doctrina y las enseñanzas de Perón y Evita, están totalmente equivocados. No pueden trenzarse en una lamentable pelea por intereses políticos cuando en el medio está la pobreza y las necesidades de la gente.
El famoso tren sanitario, un recurso de ayuda social implementado por el gobierno nacional poco antes de las elecciones, fue sin duda y a pesar de las críticas políticas, un medio efectivo que más allá de la oportunidad electoral llevó ayuda a muchísima gente, en su mayoría humildes, algunos pobres de toda pobreza, al igual que la posibilidad para muchos de cristalizar pequeños proyectos de trabajo y producción.
Pero claro, en el medio están los hombres que hacen los listados, que reparten, que aprovechan esas instancias para lograr réditos políticos, lo que es prácticamente inevitable. Lo importante es que la ayuda haya llegado y bien. Y si no llegó por prácticas picarescas, manejos políticos o fines inconfesables, poco favor le hacen al partido que dicen representar y a la sociedad, si tratan sus diferencias públicamente desnudando sus miserias cuando en realidad lo que hace falta es mesura, ya que para desatinos políticos basta y sobra con lo que a diario nos muestran el oficialismo y la oposición desde el congreso nacional.
No conlleva esta nota el fin de cargar contra las personas, que en el fondo son apéndices de un sistema que ya no da para más. Pero sí reclamarles que al menos sean fieles a la doctrina que dicen profesar, para que sus actos no terminen siendo una ofensa para aquellos que, como Perón y Evita, fueron artífices de un movimiento nacional y popular cuya bandera fue la justicia social basada en una economía libre y políticamente soberana.
Perder de vista al hombre como eje del pueblo y convertirlo en un medio para desnudar sus rencillas políticas es indigno, y no debe hacerse. Menos aún si su situación es precaria, su condición la pobreza y su eterno destino el de pedir para poder subsistir en medio de la iniquidad.
Si la vergüenza es un sentimiento de mea culpa que implica arrepentimiento, o como decía Franklin es la que reprime el impulso a violar las leyes y frena la voluntad de corrupción, también es lo que suponía Aristóteles, que la vergüenza y el rubor eran indicios inequívocos de la presencia del sentimiento ético. Cuando faltan, todo es posible.
Esperemos que exista la vergüenza, y que ante situaciones como la que merece este comentario, quienes la protagonizan sientan vergüenza, que sería como decir que tienen aún la presencia del sentimiento ético.