sábado, 18 de junio de 2011

recordatorio


SE CUMPLEN 25 AÑOS DE LA MUERTE DE EDUARDO «GORDO» MOORE

No fue el inventor del polo, tampoco su precursor, ni una vieja gloria del deporte de los reyes como algunos suelen llamarlo porque es practicado por las élites. En cambio podemos decir que Eduardo «Gordo» Moore fue un verdadero embajador y pionero del polo en el mundo moderno, un jugador con 10 de handicap en el exterior y 9 en la Argentina, un grande en todo sentido, nacido en «las pampas», no lejos de aquí, pero radicado desde muy chico en Casares, donde se lo conoció por su sencillez, su generocidad y una calidad humana que le granjeó respeto e infinidad de simpatías y amigos. A 25 años de su fallecimiento se lo recuerda con cariño, y cuando todos le rinden tributo como a un grande del polo, en Casares se lo reconoce como a un vecino más, de bajo perfil, casi podríamos decir silencioso, en cuya casa eran recibidas las más altas personalidades del mundo de los negocios, la política y hasta de la realeza de los confines del orbe. Y nadie o casi nadie se enteraba, él todo lo hacía en reserva, evitando alardes y publicidad. Su muerte, misteriosa e inexplicable, dejó un vacío inmenso, esa sensación dolorosa de que su falta jamás encontrará consuelo.

El «Gordo» fue un maestro del Polo, por su escuela pasaron alumnos que hoy están al tope del handicap, en Gran Bretaña era sensación, jugaba para la Reina y lo aplaudían los aplaudidos, pero él, mimado por el jet-set, prefería la compañía de petiseros y peones, con quienes conversaba de sus caballos, y de todo aquello que le interesaba. A todos se les cayó una lágrima cuando se enteraron de su partida.

Las instituciones de Carlos Casares supieron de su bondad, sus contribuciones, siempre dentro del anonimato, fueron generosas, sin esperar jamás un agradecimiento.

La vecina Teresa Acedo nos hace llegar una recopilación de recordatorios, sea de Carlos Casares, de directivos del Polo, de amigos de otros puntos del país y de otros países en los que «Gordo» Moore dejó las huellas de su impronta. Por razones de espacio nos es imposible transcribirlos, pero marcan todos una coincidencia, hacen la radiografía de un ser especial en todos los sentidos, y eso es lo que fue Eduardo «Gordo» Moore.