miércoles, 4 de enero de 2012

EDITORIAL

QUÉ PIENSAN HACER?

El desenfreno de la noche de año nuevo demuestra la impotencia de las autoridades para contener la locura de los jóvenes y el alcohol.

Todo está bien, todo es lícito y permitido, en las madrugadas parece reinar la impunidad y el desenfreno. Lo sucedido en la madrugada de año nuevo, tanto en el interior de un local bailable como en el exterior del mismo y las calles de la ciudad, demuestran hasta qué punto llega la impotencia de las autoridades para contener la locura de los jóvenes y el alcohol. Deben articularse cuanto antes medidas para contener el descontrol que se observa, tanto en fechas como la aludida, como así también en las madrugadas de los fines de semana, con su secuela de peleas, desorden, accidentes y desmanes. Lo ocurrido en año nuevo colmó el vaso, si la comunidad en su conjunto no se hace cargo de lo que está ocurriendo, el corolario a este desborde generalizado puede ser la tragedia.

Es evidente que la gran responsabilidad de todo este desmadre tiene que ver con la permisividad de los padres, que toleran y facilitan que sus hijos concurran a las previas con botellas de alcohol, y se hacen los distraídos sabiendo que vuelven en horas de la mañana totalmente alcoholizados, o se les comunica que están internados en el hospital fruto de refriegas callejeras. Y además les facilitan los autos o camionetas para sumar un riesgo más a sus vidas y a la de otras personas.

Un botellazo en la cara de una persona puede resultar fatal, al igual que una patada en el abdomen o un violento golpe en la cabeza. A ese riesgo se enfrentan hoy quienes no entienden que las fiestas y los boliches son lugares para divertirse y pasarla bien, no para pelear ni ocasionar disturbios, obnubilados por el alcohol y la excitación.

Intentemos poner en orden las cosas, no estigmaticemos a los jóvenes pero tampoco los hagamos víctimas. Ellos, sus padres y la sociedad son un combo que debe funcionar aceitadamente, cada cual con su responsabilidad, intentando todos de evitar que la diversión y el esparcimiento tomen caminos erráticos que luego debamos lamentar.

Hace muy pocos días nos ocupamos extensamente del problema. No es nuestro, es generalizado, patrimonio de cada comunidad, pero no por eso debemos dejar que las cosas sucedan. La protección de nuestros hijos está por sobre toda otra explicación.