Incendiaron
El pasado domingo 25 de mayo quedará para siempre en el recuerdo de la arraigada y conocida familia de nuestro medio como un día funesto, puesto que a la triste noticia del incendio intencional con fines de robo que sufriera la casa del campo de su propiedad, situada en Moctezuma, se sumó el fallecimiento de la señora madre del propietario, Ana Piaggi Vda. de Fioranelli, causado -según apreciaciones de familiares- por el disgusto que le provocó tan infausta noticia. Seguramente el corazón de la apreciada vecina -quien contaba con 90 años de edad y estaba delicada de salud desde hacía un tiempo- no pudo resistir la congoja que le causó el hecho de que el interior de la vivienda que guardaba tantos recuerdos de familia, el hogar que compartiera con su esposo y en el que se criaran sus hijos y sus nietos, hubiese quedado reducido a cenizas.
A pesar de la triste situación por la que están atravesando, pero con la amabilidad que los caracteriza, Edgardo Fioranelli y su esposa Cristina Eceizabarrena accedieron a conversar con El Oeste acerca de lo sucedido. Así, nos comentaban que tanto ellos como sus tres hijos, aún se encuentran en una especie de estado de shock por los momentos vividos, y no atinan a encontrar una respuesta lógica a tanta barbarie. No se explican qué buscaban quienes cometieron el terrible hecho, ya que no había en la casa ni joyas, ni armas, ni siquiera dinero. También relataron que en una recorrida que ambos hicieran por el campo en la tarde del mismo domingo, encontraron algunos objetos de su propiedad -entre ellos dos copas de cristal pertenecientes a un antiguo juego que había en un armario de la casa- diseminados por el terreno. «Cuando me casé, me fui a vivir ahí con mis suegros. Mis hijos nacieron en esa casa -recordó Cristina con la emoción a flor de piel-, los chicos la adoraban. Siempre tratábamos de mejorarla. En el verano la habíamos pintado toda, estaba hermosa. Teníamos unos muebles preciosos, el juego de dormitorio de mi suegra, el juego de dormitorio de mis padres, el juego de comedor de los abuelos de Edgardo; la casa estaba armada para vivir. Y lo más triste es que mi suegra murió del disgusto; estaba delicada pero esto la remató. No hubo forma de ocultárselo. Últimamente yo no acompañaba a mi esposo al campo, me quedaba a cuidarla, pero ese día dejé con ella a una tía y fui. Y entonces se dio cuenta de que algo andaba mal. Era una persona que mentalmente estaba en perfectas condiciones, y cuando se enteró, empezó a sentirse mal. Me decía que se habían quemado hasta las fotos de sus padres... Era su casa, era su vida, con su esposo hicieron esa casa con sacrificio. Falleció ese mismo día, a las 11 de la noche. Y que nos hayan hecho esto... No sé por qué lo hicieron, es una maldad enorme. Mi marido va todos los días; es una persona muy querida en el pueblo, es muy solidario, siempre hace favores a los vecinos del lugar. No me explico por qué hicieron esto; se hubieran llevado todo, pero no quemar la casa, no esto que hicieron. Estaba repleta de invalorables recuerdos de familia...».
Comentaba Edgardo Fioranelli que el 1ro. de mayo del cte. habían entrado ladrones, llevándose en esa oportunidad un emprendado -recado, freno- y una radio, y que por eso habían decidido retirar algunos elementos, entre ellos una motosierra. Pero que en la despensa guardaban bidones de combustible, nafta, gasoil que él suele utilizar en los quehaceres del campo, y calcula que son los que han utilizado para provocar el incendio. El mismo se inició aproximadamente a las 18.30 hs. del sábado 24, una hora después de que el propietario abandonara el lugar. Recién el domingo a las 9 de la mañana llegó un empleado de confianza de apellido Corvalán, quien por intermedio de su hermano dio aviso de lo sucedido.
Si bien Edgardo Fioranelli y su esposa Cristina viven en Casares, el primero acude a su campo todos los días. Es de imaginar el asombro y la desazón que se apoderaron de él cuando llegó ese domingo al campo y vio el estado en el que había quedado la casa. Desde lejos- digamos desde la tranquera de acceso al campo-, es casi imposible adivinar que hubiese sufrido un siniestro de tales características, pero cuando uno se va acercando, puede percibir que los huecos de las ventanas están ahumados a causa de las llamas. El exterior de la casa- a excepción de esos manchones de hollín- está intacto. Pero en cada recinto de su interior sólo quedó una pila de escombros, producto de haberse derrumbado todos los techos compuestos por ladrillos, chapas y pinotea. Incluso el mismo domingo por la tarde, mientras los propietarios se hallaban constatando el hecho, un pequeño foco de incendio en una de las habitaciones volvió a producirse, por lo que llamaron a los Bomberos, a quienes Edgardo Fioranelli agradece la prontitud con que se presentaron.
Según el parte policial, se iniciaron actuaciones judiciales por «AVERIGUACIÓN PRESUNTO ILÍCITO», con intervención de