sábado, 3 de mayo de 2008

TRAGEDIA

TRAGEDIA EN LA RUTA 5 ENLUTA HOGAR CASARENSE

Perdió la vida la joven Guillermina Cerdá

A la altura de Suipacha, sobre ruta 5, una combi de la empresa Santorini en la que viajaban 9 vecinos casarenses chocó en una desafortunada maniobra con un camión que viajaba en sentido opuesto. El impacto fue terrible, falleciendo en el acto el conductor y una pasajera, que luego se supo era la hija del conocido empresario de esta ciudad Jorge «Zurdo» Cerdá y de Laura Olano. Recientemente recibida, Guillermina hacía un corto tiempo que se desempeñaba en una empresa de Capital. Venía a visitar a su familia y amigos. Su asiento estaba ubicado detrás del chofer, el lugar donde el impacto fue mayor. Otros 8 casarenses resultaron con lesiones de distinta consideración. Hace muy poco tiempo que la empresa Santorini de Chivilcoy presta servicios en nuestra ciudad.

La Licenciada en Administración Guillermina Cerdá, de 25 años, hija de los conocidos vecinos Jorge «Zurdo» Cerdá y Laura Olano, dejó de existir en un trágico accidente de tránsito ocurrido el miércoles alrededor de las 20,30 hs. en ruta 5 km.121, a la altura de la localidad de Suipacha. La nombrada viajaba junto a numerosos casarenses en una combi de la empresa Santorini de Chivilcoy, que había partido de Capital rumbo a nuestra ciudad.

AL PRETENDER PASAR IMPRUDENTEMENTE A UN CAMIÓN

Si bien han de ser las pericias las que determinarán las causales del accidente, todo indicaría que se trató de la imprudencia del conductor de la misma, Sebastián Ariel Callegaro, de 34 años, hermano del malogrado intendente de 9 de Julio Martín Callegaro, que también perdiera la vida en un accidente de tránsito (ver recuadro aparte). Al parecer, según el testimonio de algunos pasajeros, en un par de oportunidades Callegaro había intentado sobrepasos riesgosos. Circulaban a la altura de Suipacha cuando la combi se dispuso a pasar a un camión, sin percatarse Callegaro que por la mano opuesta circulaba otro transporte, cuyo conductor al percibir que iban a chocar de frente, alcanzó a desviarse a la banquina, pero igualmente se produjo una violentísima colisión, siendo barrido literalmente el lateral izquierdo de la combi, hasta pasada la mitad de la misma. El conductor recibió de lleno el impacto encontrando la muerte en forma inmediata, al igual que la pasajera del asiento de atrás del conductor, la joven casarense Guillermina Cerdá. El resto del pasaje recibió lesiones graves algunos, leves otros, siendo muy pocos los ilesos.

MOMENTOS DE HONDO DRAMATISMO

Es de imaginar los terribles momentos vividos por los pasajeros, algunos de los cuales dormitaban. La mayoría logró salir de los restos de la combi por la parte que había sido destrozada, o «abierta como una lata de sardinas» según la expresión de un pasajero. Gritos, llamados, lamentos, era todo dolor y confusión. Alguien vio los muertos y creyó reconocer a Guillermina Cerdá, pero nadie podía precisarlo. Al ser conducidos los heridos al pequeño hospital de Suipacha, la confusión continuaba. Los heridos trataban de comunicarse con sus familiares, otros eran atendidos por los pocos médicos allí presentes, tratando la policía de elaborar una lista de víctimas para dar aviso a sus familiares. Se sabía que el conductor de la combi había fallecido, y que en la morgue había una joven a la que aún no habían identificado. Se decía que estaba irreconocible, fruto de las gravísimas lesiones recibidas. «Tiene un piercing en el ombligo y las uñas pintadas bordó» eran las únicas señas que aportaba una doctora. No obstante ya era un secreto a voces que se trataba de Guillermina Cerdá. Llegaban al hospital padres y familiares de los heridos, se sabía que algunos habían sido derivados a lugares de mayor complejidad en Mercedes y Chivilcoy, entre ellos la profesora de historia Marta «Pelufa» Fornero y la jovencita María Zolezzi. Se decía que ambas estaban graves. Entre los muchos padres allí presentes no estaban Jorge Cerdá y su esposa Laura, ya que se enteraron tarde del accidente de su hija. La policía no brindaba mayor información, en parte porque aún no la disponía en forma completa y también por prudencia, para no cometer errores. La llegada de los esposos Cerdá le puso un tono más de dramatismo a la dolorosa situación. En medio de una angustia y un dolor inimaginable, reconocieron a su hija, y pese a la solidaridad de los presentes no lograban ser reconfortados. No esperaban encontrarla muerta, la realidad los golpeó como un mazazo. Mientras algunos heridos eran dados de alta y se retiraban del nosocomio abrazados por sus familiares, otros esperaban el resultado de algunos exámenes o de que los fueran a buscar para retirarse.

¿QUÉ PASÓ?

Demasiadas coincidencias entre el pasaje señalaban al conductor como responsable del accidente. En una ruta muy cargada, con demasiado tránsito pesado, muy angosta y peligrosa, y a mayor velocidad de la permitida. Las rutas se han tornado en trampas mortales que exigen más prudencia de la que habitualmente exhiben los conductores. Es impensable que quienes manejan vehículos de pasajeros conduzcan en exceso de velocidad y contraviniendo todas las normas de tránsito. Y sin embargo así ocurre, y este es el resultado.

UNA PRECIOSA VIDA

Guillermina Cerdá nos deja en sus primeros aleteos por la vida, ya con las armas necesarias para volar sola, plena de sueños e ilusiones realizables. No hay derecho que su preciosa vida se vea truncada por una suma de errores a los que ella fue totalmente ajena. Quienes la conocieron, supieron de sus cualidades y hoy seguramente la recordarán con sumo cariño. Pero queda un gusto amargo, una sensación de impotencia e indignación que nos hace decir ¿por qué?, y al no recibir respuesta alguna, pensar que algo debemos de estar haciendo mal, todos, para que Guillermina se nos haya ido.

Sus restos mortales fueron velados en esta ciudad y recibieron sepultura el jueves ppdo. a las 17 hs., previo responso en la iglesia de Ntra. Sra. del Carmen, acompañados por una impresionante multitud de personas que se sumaron al dolor de sus seres queridos.

UN DOLOR CONOCIDO

En la sala mortuoria, ocupando una silla e inmerso en una profunda meditación, Osvaldo «Quique» Canti-sani compartía con su socio Jorge «Zurdo» Cerdá, un dolor conocido. Hace varios años una hija de Canti-sani falleció en un grave accidente de tránsito junto a otras tres amigas. Fue un hecho que conmocionó a nuestra comunidad.