Los maestros, profesores y directivos están cada vez más expuestos a las denuncias, a veces caprichosas e irracionales, de sus alumnos y sus padres
La denuncia penal realizada recientemente en la localidad de French por el padre de una alumna, la que creyó ver en un profesor actitudes provocativas como «besos al aire» y gestos o acciones concretas como tomarla de una mano o «saborear» sus dedos, da pie a un tema que tiene muy preocupados a maestros, profesores y directivos de instituciones educativas.
Sin perjuicio del sustento que pudiera tener la denuncia respectiva, que por cierto exige una investigación profunda, es un hecho de que en los últimos tiempos es muy común que los educadores sean cuestionados por los alumnos y luego por sus padres, dando lugar a denuncias de todo tipo, algunas con connotaciones sexuales, que sea cual fuera el resultado de la investigación de las mismas, prácticamente termina con la carrera del docente, sometiéndolo al escarnio público mucho antes de que se sepa el resultado de la investigación.
Es también común que ante un comentario de sus hijos los padres reaccionen visceralmente realizando denuncias penales sin exponer el caso ante las autoridades del establecimiento educativo al que concurren sus hijos, en la búsqueda de la certeza del hecho que se denuncia, ya que no será la primera ni la última vez que los alumnos para encubrir situaciones referidas a la falta de estudio, a cuestiones personales u otras circunstancias fabulan situaciones sin importar las consecuencias que estas pudieran acarrear.
Digamos que hay de todo, comportamientos injustificables y vergonzosos por parte de educadores, pero también acusaciones mentirosas fruto de la imaginación interesada de los alumnos.
Sería conducente por lo tanto que los padres toda vez que sus hijos le hagan mención a un comportamiento indignante por parte de sus maestros o profesores, pongan en conocimiento del mismo a las autoridades de la institución y luego sí obrar en consecuencia siguiendo todos los pasos atinentes que conlleven a la protección del alumnado en primer término, transitando por un camino seguro, a fin de evitar los daños colaterales que un educador puede llegar a recibir si una denuncia no está debidamente justificada y probada.
Los tiempos han cambiado, no caben dudas. Hoy se ven cosas que jamás se pensó que se verían. Tanto en la educación como en la cultura popular, como en la relación de las personas. Solo tenemos que estar preparados para ese cambio, pero sin descuidar jamás el respeto por el prójimo. Cuesta demasiado edificar un proyecto, hacer realidad un sueño, y mantener una conducta ética coherente que nos permita avizorar el futuro. Perder todo eso por la acción apresurada de un tercero, no tiene sentido.