lunes, 18 de enero de 2010

EDITORIAL

La Fiesta Nacional del Girasol tuvo una interesante repercusión. Se debe reconocer el esfuerzo

Respecto a la Fiesta Nacional del Girasol, todos opinan, y está bien que así sea, pero debemos convenir que su organización no es una empresa fácil, sino compleja y costosa. Debe tener un fuerte contenido popular, colmar las expectativas de los vecinos, reunir las condiciones necesarias para que la población participe y se involucre, y por sobre todo ser exitosa. Podrá discutirse la conformación del programa, la calidad o género de los números artís-ticos contratados, la inversión realizada, su repercusión, etc., pero la Fiesta Nacional del Girasol es un compromiso asumido por Carlos Casares y por lo tanto es sin duda alguna nuestro principal evento anual.
Debemos reconocer que esta última realización ha tenido una interesante repercusión. Que se ha trabajado con ahinco, pensando en todos los estratos sociales, especialmente en aquellos menos pudientes y que el balance ha sido realmente exitoso, con una repercusión popular impresionante, logrando sus organizadores «poner la gente en la calle» , y ese es sin duda el principal objetivo. Cientos, miles de personas recorriendo el centro de la ciudad, invadiendo confiterías y bares, disfrutando de los distintos espectáculos y atracciones, gozando la fiesta, con sus hijos tomando helados, o gaseosas, correteando por la Avda. San Martín y la plaza, paseando entre los puestos de artesanos y los invariables porqueriómetros. Un Aquelarre de sensaciones e imágenes a la medida del común de la gente, con el pintorequismo propio de las pequeñas poblaciones rurales, en las que se mezcla un gaucho que vende artesanías en cuero, otro que embalsama peludos, con el maravilloso arte del violinista Lovato o el cantar criollo del nochero Rojas. Y en el medio las fritatas gallegas de la sociedad española desparramando colesterol a troche y moche, o chorizos mal habidos que encontraron el pasaporte en los quioscos para sortear la aduana sanitaria. Una deliciosa mixtura en la que se entremezclan la cultura y lo kirsch. Está el que doma un toro loco en la plaza como el que disfruta de la increíble plástica y belleza de las gimnastas, o el que aplaude nostálgico a los inoxidables Fronterizos, y se babea con las curvas de las reinas participantes.
El éxito merodeó esta fiesta y se quedó. No habrá tenido visitantes notables, tal vez el girasol como ícono y motivo de la fiesta pasó de largo, pero no reconocer el esfuerzo de la comisión organizadora, de las autoridades y de todos aquellos que colaboraron para su concreción sería injusto. Es más, vale una felicitación y el agradecimiento.