sábado, 29 de enero de 2011

EDITORIAL

Usar aerosol para expresar la bronca es hacerle el juego a los necios

La iracundia, la rebeldía y el idealismo, propios de los jóvenes, encuentran distintas maneras de expresión entre las cuales algunas muy poco ortodoxas provocan el rechazo de los vecinos, que no alcanzan a comprender como desde el daño deliberado o la agresión verbal a través de grafittis, esperan ser interpretados en su descontento y protesta.

La comuna, a través de un programa de orden y embellecimiento de la ciudad, ha puesto el acento en lograr que los espacios públicos se vean limpios, en el caso de las plazas con el césped cortado, los caminos prolijos, cestos de desperdicios, cartelería de diseño, etc., a fin de que quienes concurran a las mismas se encuentren con un lugar de solaz y esparcimiento, especialmente para los más pequeños que disfrutan los juegos infantiles y su entorno. Sin embargo no todos parecen entenderlo así, y focalizamos el tema en los jóvenes porque es indudable (los delata el estilo y la “onda”), que son ellos los que han embadurnado con leyendas, algunas incomprensibles, distintos muros y sectores de los espacios públicos, por ejemplo en la Plaza España, recientemente reacomodada y embellecida, la que ha sido víctima de esa iracundia juvenil, que, usando como arma el aerosol, expresan su descontento con el mundo que los rodea. Otras “protestas” han sido expuestas en muros y frentes de viviendas y comercios, echando por tierra la intención de aquellos que aspiran tener una ciudad “linda” y prolija, agradable a la vista y al espíritu.

Es probable que este pretendido mensaje no sea recibido por quienes realmente debieran recapacitar y comprender que el mundo que nos rodea no será mejor si dañamos lo que está bien, con el afán de transmitir la bronca por aquello que está mal.

El mundo está desquiciado, ¿quién lo ignora?, y los jóvenes serán quienes más se perjudiquen con esta locura generalizada que no tiene explicación alguna. Pero acompañarlos en la protesta incivilizada y estéril que no deja nada, sería entrar en la misma rueda y echar por tierra nuestras aspiraciones de un mundo mejor, más justo, más equitativo, en el que los jóvenes puedan desarrollarse y edificar un futuro promisorio.

Dañar un cartel, embadurnar un frente, tronchar un árbol, o destruir un cesto de desperdicios, es hacerle el juego a los necios. Y ya llevamos demasiado tiempo haciéndole el juego a los que pintan con aerosol nuestros sueños, dejando impresa la obscenidad de sus políticas