sábado, 12 de marzo de 2011

editorial

¿LAS CALLES LLENAS DE ESCOMBROS, SON UN SIGNO DE PROGRESO?

Transitar hoy por las veredas de Carlos Casares se ha transformado en una aventura, acaso un deporte extremo que implica riesgos desconocidos. Pozos, raíces elevadas, filosos bordes, cascotes, desperdicios, en fin, podría compararse a las ruinas de una ciudad en guerra. Y no exageramos, quien lo dude puede dar una vuelta a pie por la ciudad y lo comprobará.

Queda entonces como solución para el sufrido peatón, el transitar por la calle, eso sí tomando la precaución de no ser arrollado por alguno de los muchos coches, motos o bicicletas que circulan a veces alocadamente por la ciudad.

¿Pero que ocurre?, ahora son las calles las que están llenas de escombros de las muchas obras en construcción, cuyos propietarios o constructores resuelven ahorrarse el costo de solicitar un container, obligatorio por ordenanza, y arrojar sobre la calle maderas, mampostería, chapas y materiales de demolición de todo tipo.

Los peatones entonces deben subir nuevamente a la vereda, y jugar una especie de rayuela esquivando a los saltos baldosas rotas, pozos y gruesas raíces. ¡Una locura!.

Al menos queda como consuelo el pensar que si hay escombros hay progreso, que la gente mejora su calidad de vida, construye futuro y piensa en el crecimiento de Carlos Casares.

¿Pero no sería importante también que aquellos vecinos que piensan en su bienestar, lo hagan también pensando en el de sus vecinos?. Sería más fácil responsabilizar a la comuna por toda esa desidia y abandono que ya se está haciendo costumbre, ¿pero es que acaso a los vecinos, a todos nosotros no nos cabe la responsabilidad de ser limpios, ordenados, y cumplir con las ordenanzas vigentes?. Podríamos citar cientos de veredas intransitables, decenas de obras en construcción que han hecho de la calle un basural, terrenos que son fachinales llenos de mugre y alimañas, zanjas y banquinas elegidas como basureros, las veredas de tierra convertidas en verdaderas selvas, coches abandonados, talleres que arrojan aceite y grasa a la vereda y la calle, vecinos que hacen sus asados en el asfalto, y la lista sería larga, interminable.

¿De todo tiene la culpa el municipio?. ¿Y los vecinos?. ¿O las casas, los terrenos, los galpones, no tienen dueño?.

Repartamos las responsabilidades. Al municipio le cabe exigir que el vecindario cumpla con las normas que regulan el orden y la limpieza de la ciudad. Y a los vecinos mostrar que progresan hacia adentro y hacia afuera. Si tienen la heladera llena deben tener la vereda sana, si pueden construir, remodelar y progresar, deben poder contratar los servicios de una empresa de containers. Si pueden cambiar el auto, la camioneta o viajar de vez en cuando, deben gastar también unos pocos pesos en un recipiente para sus desperdicios.

Y ahora falta lo peor, viene la campaña proselitista, y la ciudad, pese a la prohibición expresa, se verá embadurnada de carteles, jaqueada por decenas de pasacalles, tapizada por volantes y ensordecida por propaladoras callejeras con gritos destemplados y marchitas partidarias.

No tenemos destino.