jueves, 1 de enero de 2009

FESTEJO GENUINO

ATLÉTICO DE FIESTA

Lágrimas y sonrisas en la fiesta de los campeones

Con mucha carga de emotividad aún pese a la alegría por el festejo, el Club Atlético celebró el sábado en su sede social la obtención del campeonato «Julián y Pablo Hernando», agregando una nueva copa en su ya colmada vitrina. La cena congregó a unas 200 personas, entre jugadores, cuerpo técnico, miembros de la comisión e hinchas y simpatizantes del club genuino, observándose una mayoría de gente joven con muy pocos socios de la vieja guardia de la institución. Sí se destacaban «Pichón» Vignau y «Piche» Michel, ligados históricamente a la gloria del club, y seguramente otros «antiguos» de la institución que jamás perderán su vigencia por haber sido apoyo y sosten en las últimas décadas. Los presentes paladearon un riquísimo asado, pero si bien el servicio fue excelente, la motivación era lo importante. Y decimos al titular esta nota «lágrimas y sonrisas», porque fue constante la emoción plasmada en las palabras y el efecto de los que desde el micrófono se dirigieron a la concurrencia. Uno de ellos fue el crack Gonzalo Urquijo, quien con sencillez y sinceridad expresó lo que sentía conmoviendo a los presentes, al igual que Marcos Rosenzuaig, quien en su despedida del futbol, con el orgullo de hacerlo como campeón y con la camiseta de sus amores, movilizó profundamente el sentimiento de todos los concurrentes, los que no pudieron evitar que las lágrimas afloraran espontáneamente. Fue a su vez muy aplaudida la palabra del Presidente de la institución Ing. Daniel Stadnik, quien resaltó el sacrificio y la fuerte actitud de los jugadores, el cuerpo técnico y otros colaboradores que sin estar en la vidriera han sido importantes piezas de la maquinita que en una vibrante final con Boca Carlos Casares se alzó con el campeonato, movilizando como nunca a la gran afición del fútbol casarense. También el DT Martín Tagliabue dijo lo suyo, destacando que el logro de haber salido campeón de primera división se debe a un excelente trabajo que comienza en las inferiores, de cuyas filas salieron la mayoría de los que llevaron la casaca blanca al tope del camperonato.

Luego vino la parte festiva, el desborde los chicos campeones, la música, el baile y hasta el «bautismo» de agua con el que fueron regados los asistentes a manera de festejo. Todo muy lindo y merecido. Son los premios de una pasión que se renueva en la historia de los clubes y que mucho tiene que ver con sueños, amor y transpiración.