sábado, 18 de abril de 2009

EDITORIAL

VIENEN LAS ELECCIONES, VIENEN LAS DÁDIVAS...

Como siempre, la moneda de cambio de las próximas elecciones serán los pobres. Hasta ellos han de llegar los punteros políticos y los candidatos en búsqueda de sus votos, ofreciendo alimentos, ropas, colchones, ladrillos y el dinerillo necesario para pagar una factura de luz o la carga de una garrafa de gas. Seguramente ha de ser así, lo que no asegura luego el voto prometido, ya que ese electorado al que consideran maleable y vendido, suele comprometer su voto a todo aquel que le ofrece algo a cambio, pero después actúa según sus convicciones o los mandatos de su corazón. Apelar a prácticas de la política vieja, intentando seducir al electorado a través de la dádiva, es un engaño en sí mismo y la cabal demostración de la carencia de otros argumentos que permitan captar votos en forma genuina, mostrando y demostrando que lo que ofrecen no es más que la solución pasajera a problemas cotidianos. La necesidad tiene que ver con el trabajo, la educación, la seguridad, la salud y el bienestar general. En lugar de darles una limosna que solo contribuirá a que se sientan más pobres todavía, se los debe invitar a participar de un cambio que pueda transformar sus vidas.
¿Podremos ver algo así en estos días de vigilia electoral?. Probablemente no. Lo que tal vez veamos sea esa película sepia de camiones o camionetas arribando a los barrios con su mísera carga de vituallas que sólo servirán para paliar el hambre de un día, cuando en realidad la pobreza es estructural y nadie hace nada por erradicarla.
Quien crea que compra voluntades de esa manera es un iluso. Es como aquel que compra sexo y pretende amor. Son fórmulas de antaño que aún siguen en vigencia porque la mala política también sigue en vigencia. Llegará el día en que la política recobre su dignidad, y que sirva, como tantos proclaman, para mejorarle la vida a la gente.