miércoles, 16 de julio de 2008

REPORTAJE EXCLUSIVO AL DR. FURLANDO


Personajes

SAN BURLANDO: EL ABOGADO REDENTOR

Fue el abogado de Maradona, Giselle Rímolo y los asesinos de Cabezas, entre otros polémicos clientes, pero estudió Derecho porque no pudo ser piloto de la Fuerza Aérea.

Tiene un zoológico privado en su quinta y 14 autos de lujo y de colección. Se jacta de ser amigo de Menem, también de Duhalde. Pese a que le ofrecieron varias veces ser candidato a intendente de La Plata, dice que nunca aceptó porque no podría vivir austeramente.

Fernando Burlando es una marca registrada. Cada detalle de su lujoso estudio está pensado para que nada compita con él: el logo, por ejemplo, es un círculo con sus iniciales y representa el centro del universo. “Fernando es la única vedette”, confirma el arquitecto que diseñó el edificio inteligente de Burlando, ubicado a metros de los tribunales platenses.

Vestido con un traje negro a rayas de una reconocida marca europea, peinado con gel y sentado en un confortable sillón de cuero, el abogado platense, hijo de un ex juez correccional, parece disfrutar de un poder omnímodo. Burlando nació hace 43 años en la misma ciudad que sus padres y abuelos; tiene dos hijas adolescentes, María y Delfina, y está casado con una profesora de Educación Física. Estudió abogacía porque un problema en el ojo izquierdo le impidió ingresar a la aviación militar, como dos familiares suyos. “En su momento fue una elección por descarte, pero no me equivoqué. Hoy no podría hacer otra cosa, aunque el pilotaje me gusta.” Piensa por un instante y sin vacilar, afirma: “A mí me gusta manejar cualquier cosa: desde un vehículo hasta una situación”.

La validez de su respuesta se comprueba empíricamente: en el garage del estudio suele haber un Porsche 911; Burlando es el dueño de la Ferrari azul con la que el tenista David Nalbandián se lució en una revista; basta con recordar los casos judiciales en los que participó el abogado platense para concluir que no miente. “Yo descoloco. En mis alegatos uso mitos y parábolas de (Paulo) Coelho y de (Jorge) Bucay. A la fiscal del caso Rodrigo no sólo la hice llorar, también la enfermé.”

Alfredo Pesquera, acusado de provocar la muerte del cuartetero Rodrigo Bueno en la Autopista Buenos Aires-La Plata, en junio de 2000, no vio la luz al final del túnel hasta que no contó con el asesoramiento de Burlando, quien rápidamente emprendió su acérrima defensa en los dos ámbitos que más le agradan: los medios y los tribunales. Meses más tarde, el abogado, que comenzó su carrera defendiendo gitanos para distinguirse de sus colegas, se acreditó otro éxito profesional: su cliente fue sobreseído.

A fines de los ´90, el juicio por el homicidio de José Luis Cabezas lo catapultó a los primeros planos. Defendió a los horneros, los cuatro vecinos del barrio platense de Los Hornos finalmente condenados por secuestrar y asesinar al fotógrafo de la revista Noticias. Burlando consiguió años más tarde que ninguno de ellos quedara tras las rejas.

Encomiado por su tecnicismo y sus innovadoras estrategias para revertir procesos judiciales complejos, Burlando se convirtió en el defensor de aquellos a los que muchos creen condenados antes de entrar a los tribunales: su amigo Diego Maradona, Giselle Rímolo, Horacio Conzi, el banquero Francisco Trusso y hasta los gerentes de Skanska, a los que les consiguió la libertad a cambio de millonarias indemnizaciones.

“Lo bueno es defender a gente que cree que su problema no tiene solución –dice el abogado–. Me motiva defender casos complicados, con los que la opinión pública no está comprometida. La gente nos elige porque cree que le vamos a resolver el problema en el corto plazo.” Admite, sin embargo, que, aunque trata de actuar siempre profesionalmente, “uno siempre se sensibiliza. Por ejemplo, tengo un gran respeto por la familia Cabezas. Ellos saben que he tratado de hacer las cosas bien. La madre de Rodrigo, cuando viene a Buenos Aires, siempre pasa a saludarme.”

Se lo ve obsesionado por saber todo lo que ocurre en los 500 metros cuadrados y las tres plantas de su estudio en la calle 8. Desde su amplia y luminosa oficina del segundo piso, el más famoso de los abogados mediáticos, que asegura haber sido un estudiante “oportunista”, controla todas las dependencias a través de un monitor de seguridad y 18 cámaras. Telefónicamente, también inspecciona lo que acontece en su estudio de Puerto Madero, que abrió hace unos años a pedido de los clientes que no podían viajar de Capital a La Plata para verlo.

Su secretaria privada le comunica que Ernesto “Tecla” Farías, el ex goleador de Estudiantes y de River que hoy juega en Portugal, está en la recepción. “Decile que me espere un rato que estoy en medio de una entrevista periodística”, ordena con tono suave pero imperativo. Cuando Estudiantes luchaba por no descender, Burlando quiso postularse a la presidencia del club. Ya no tiene esa ambición. “Actualmente hay una dirigencia seria y el destino de Estudiantes está bien manejado. Mis intenciones de ser presidente fueron en otra época, cuando el club estaba muy mal.”

Varias veces, cuenta, le ofrecieron ser candidato a intendente de La Plata y rechazó las ofertas. “Woody Allen dijo que los políticos eran aquellas personas que tenían la capacidad para transformar las soluciones en problemas. Yo no me quiero convertir en eso. Además, creo que no estoy en condiciones de vivir austeramente, de dejar de disfrutar un auto, una propiedad.” En su quinta de Villa Elisa, en las afueras de la capital de la provincia, tiene un zoológico propio, que incluye gran variedad de aves exóticas.

Burlando es amigo del ex presidente Carlos Menem. “Con él estuve comiendo hace diez días. Pero también soy amigo de (Eduardo) Duhalde”, agrega.

Critica la gestión de Cristina Fernández. “Quiero que le vaya bien, pero hay estilos que no se corresponden con la actualidad.” Sobre el conflicto entre el gobierno y el campo, dice que le hubiera gustado que la Presidenta “bajara con su helicóptero en medio del conflicto, y no a los gritos tratando de imponer (su posición)”, conducta que juzga “vinculada con los caprichos”. “Me da mucha pena la ida del ministro (de Economía Martín) Lousteau”, se lamenta. “Era una persona muy capaz.”

Pasadas las once de la noche, en la recepción hay tantos clientes para ver a Burlando como si recién comenzara a atender. Sus rostros denotan preocupación y angustia, sentimientos que el abogado platense asegura nunca haber sentido. Tal vez por eso, tantos lo contratan.