sábado, 23 de enero de 2010

EL DOLOR DE UN TRABAJADOR HONRADO



Asaltaron, secuestraron, golpearon y le pusieron una 45 en la cabeza a un camionero, al que le robaron el camión



Daniel Barrenechea fue asaltado en las cercanías de Cañuelas, le sacaron su camión y acoplado,
lo secuestraron durante varias horas, le dieron varias trompadas y por momentos temió por su vida.
Apareció el acoplado. Nos realiza un pormenorizado y dramático relato de lo ocurrido.
Daniel Omar Barrenechea, nacido hace 53 años en la localidad de Hortensia y que vive desde hace más de 20 en nuestra ciudad, casado con Hebe Aguilera, padre de Matías, que es Ingeniero Agrónomo y de Florencia, contadora Pública , supo trabajar algunos años como chofer de camiones del recordado Campeón Argentino de Automovilismo, el bolivarense Jorge «Gaucho» Martínez Boero, hasta que se independizara y se dedicara a esta profesión como propietario de un vehículo.
Así nos relata sus comienzos:
«Como no me gustó estudiar, arranqué con los camiones a los 14 años. Empecé en un Morris 4 cilindros, haciendo 120 km por caminos de tierra, recolectando leche con tarros para la fábrica de Ignacio Bracco, hasta los 18 años, que comencé a andar en una jaula y como chofer trabajé 3 años con Jorge Martinez Boero, un tipazo, manejando un 1114 rojo, luego con los muchachos de Errasquin de Miramar, en sociedad, hasta que luego me independicé totalmente y «le puse el lomo» a un camión de mi propiedad».

CÓMO OCURRIÓ EL ROBO

Demostrando su dolor y rabia por lo ocurrido, nos narra lo que le pasara el miércoles 13 de enero:
«Siento una gran impotencia y dolor, porque tuve que romperme el lomo para tener lo que tengo, que me permitió vivir decentemente y darle un estudio a mis hijos, por eso me duele mucho que unos hijos de puta, con total impunidad, me sacaran en un rato lo que me costó una vida lograr. Mi camión era mi casa, yo vivía en él, sin descanso, recorriendo más de un millón de kilómetros por todos los caminos del país y algunos limítrofes»
Luego de este desahogo, nos narra:
«Yo trabajo para Villa del Sur, transportando los bidones de su agua. El miércoles 13 descargué en Junín a las 9 de la mañana y me fui a cargar a Chascomús, de Junín, ruta 7 Luján, un pedacito de Gaona y agarro Ruta 6. Unos minutos después de la rotonda de Cañuelas, era la una de la tarde, tratando de llegar a la YPF de Samborombón, donde pensaba tirarme un rato a descansar para llegar tranquilo a Chascomús. Iba bajo el puente de Cañuelas cuando veo por el espejo que se me desata la lona, y como había viento, paré para atarla. Caminé apenas 3 metros, cuando una camioneta Chevrolet S 10 blanca doble cabina, me aprieta contra la caja . Se largaron 2 tipos, me dieron 2 trompadas me pusieron una 45 en la cabeza y me cargaron arriba de la camioneta avisándome:»esto es un robo» y arrancaron. Me tiraron al medio de los dos asientos, mirando el piso y dieron varias vueltas hasta que tomaron la Ruta 3 vieja camino Bs. As., con la 45 siempre apuntándome, insultándome y de vez en cuando una trompada o cachetazos a mano abierta por la cabeza. Los que me llevaban, muy bien presentados, bien vestidos y con una pinta de milicos bárbara. Para mí el morocho que me cagó a palos era milico, sabía pegar... no me quedó ni un hematoma de los golpes que me dio»

PROSIGUE CON EL RELATO
DE SU ODISEA

Nos cuenta, con lujo de detalles, muchos pasajes más de esta verdadera odisea que le tocara vivir, que por razones de espacio, debemos abreviar.
«En determinado momento, cuando la camioneta hizo un giro, vi por espejo al camión que venía, detrás nuestro. Me dio un ataque de rabia y me arrojé sobre el tipo que estaba a mi lado, que no me cagó de un tiro por casualidad. Me dio un garrotazo en la cabeza y por más de 20 minutos perdí toda la noción del tiempo y de la situación, no sabía dónde estaba. Ellos iban my tranquilos, con total impunidad. En determinado momento aparecieron sobre Avenida Roca y comieron una hamburguesa. Mientras uno comía, el otro me vigilaba, siempre la 45 en la cabeza. Como estaba descompuesto, por los nervios y los golpes, vomité y me dolía mucho la cabeza, por lo que pararon en una Farmacia y me compraron un medicamento y agua mineral».
Así, por un prolongado tiempo, prosiguió este martirio, hasta que lo dejan en la calle. Pidió auxilio a la gente, que le pedía que se retirara si no llamaría a la Policía.
«Hasta que veo una sucursal de Casa Márquez, donde me atendieron y me permitieron el teléfono para que llame a mi hijo Matías, que se comunicó conmigo a mi celular, porque mi esposa le había avisado. A todo esto eran más de las 8 de la noche».
Barrenechea debió andar un rato más, tratando de hacer la denuncia, yendo a la comisaría de Cañuelas, donde lo derivaron a la DDI de Brandsen. Cuando iban camino a este lugar le avisa su señora a Matías (su hijo), que habían encontrado el acoplado. «Un buen tipo como este llamado Marcelo, que sin conocerme y sin saber de dónde era, pero viendo el número de mi teléfono en la lona del acoplado, se tomó el trabajo de avisarme».
CON TODA
LA BRONCA

Con lágrimas en los ojos y presa de la emoción y la rabia, dijo:
«Si tuviéramos una policía creíble, políticos creíbles que asumen en su cargo para bien del país, porque a nosotros nos quieren y nos defienden y no como los que hay hoy, que no nos defiende nadie. Si hubiera un 60% de gente como este señor Marcelo, todo sería mejor».
Prosiguió contándonos que a las 3 de la mañana del 14 de enero terminó de hacer la denuncia en Brandsen y se fue con sus hijos a La Plata, y que a las 7 de la mañana se fue a Virrey del Pino, a la Gendarmería, donde estaba el acoplado, pero como había tomado intervención la policía, debió ir a la comisaría de Virrey del Pino, donde, según cuenta:
«Se me reían, me decían «cómo te cagaron» o «cómo hiciste para tener este camión que vale tanta plata» y otras cosas por el estilo».
En estos trámites anduvo hasta las 2 y media de la tarde (había comenzando los trámites a las 8 de la mañana).
Para abreviar, digamos que «a las 4 y media de la tarde» le devolvieron el acoplado (al que le habían sacado las cubiertas de auxilio), que lo trajo Cristian Franke, amigo de sus hijos, y que fue por su cuenta a ayudarlo y ahora está a la espera de lo que ocurra con el seguro.
«Tengo seguro contra terceros, robo e incendio, destrucción total y parcial en Sancor con Organización Alonso. Los vecinos y amigos me dicen «Daniel, quedate tranquilo que Alonso es un señor»
Para terminar nos dice
«Tengo que empezar de nuevo a los 53 años, justo cuando tenía mi vida organizada, hasta que un par de hijos de puta me la destrozaron».