sábado, 19 de marzo de 2011

MORIR A LOS 20 AÑOS


Se pegó un balazo entre ceja y ceja.

¿Qué explicación cabe para justificar el suicidio de un chico de 20 años?. Por eso, a la sorpresiva muerte de Gabriel Schafer, de 20 años, quien decidió quitarse la vida en la habitación de su propio domicilio, en barrio Butazzoni, no se le encuentra explicación alguna. Por más que se diga que tuvo un desengaño sentimental, que momentos antes había protagonizado una fuerte pelea con su padre, o que tenía algún tipo de adicción. Un hermano mayor, al ser consultado por la policía, negó que bebiera, menos aún que consumiera drogas, manifestó que no tenía novia, y que la relación con su familia era la normal de todo adolescente. «No me explico qué pudo haberle pasado, de dónde sacó esa carabina...», dijo anonadado dicho familiar.

Lo cierto es que Gabriel Schafer, ese muchacho casi adolescente al que le gustaba compartir con amigos, que se volvía loco por las motos y que siempre estaba sonriente, ya no está. Un balazo entre ceja y ceja con una carabina calibre 22 marca Mahely, cuyo dueño están buscando, le puso fin a su vida. No dejó nota alguna que explicara su fatal decisión. Tampoco se lo insinuó a sus padres o hermanos. Cabe pensar que al pedir la escopeta ya la idea anidaba en su mente, pero solo él lo sabía y se llevó el secreto a su tumba.

NADIE ESCUCHÓ NADA

Según informa la policía, el hecho ocurrió el miércoles momentos antes de las 21 hs. en la casa Nº 93 del barrio Butazzoni. La familia se encontraba en la misma, y Gabriel en su habitación. Nadie escuchó nada, tal vez ahogado el ruido del estampido por algún televisor encendido. Lo cierto es que un hermano (algunos dicen que fueron dos) fue a la habitación y lo encontró a Gabriel caído y sangrante con un balazo un poco más abajo de la frente, entre ceja y ceja. Aún estaba con vida, por lo que sus padres y hermanos llamaron desesperados al hospital, pero dado que la ambulancia se encontraba en una urgencia lo subieron en la camioneta del padre de Gabriel, siendo conducida por un vecino que se ofreció a ayudarlos.

El chico llegó en estado de coma. En la guardia del hospital se evaluó la dimensión del daño cerebral que pudo haber recibido, decidiéndose su inmediata derivación al Hospital Interzonal de Agudos Junín. Horas más tarde, el jueves a las 9 hs. Gabriel dejaba de existir. El proyectil le había provocado daños irreparables en su cerebro. En realidad, cuando llegó a Junín ya tenía muerte cerebral.

Con la muerte de Gabriel Schafer se escribe una nueva página en la historia de adolescentes o jóvenes incomprendidos, que por falta de comunicación, estímulos, relaciones equivocadas y otros tantos males de la sociedad moderna, no encuentran razones para seguir viviendo.

Es una lástima, una verdadera lástima. Su muerte es irreparable.