miércoles, 8 de junio de 2011

FALLECIMIENTO

Miguel junto a su primo el famoso músico «Mono» Insarrualde, del cual se sentía inmensamente orgulloso.

Miguelito Insarrualde

El lunes en La Plata, dejó de existir a los 54 años de edad, el conocido mozo Miguel Ángel Insarrualde, quien había sido operado de la aorta en un establecimiento asistencial de esa ciudad. La operación, que duró más de 6 horas, fue un éxito, pero luego se fueron sucediendo distintas complicaciones que motivaron una segunda intervención, al cabo de la cual debió serle colocado un respirador artificial, pero tras 20 días de un progresivo desmejoramiento, dejó de existir.

Miguel, o Miguelito como le decían afectuosamente, tuvo una infancia difícil en una familia numerosa, hasta que la conocida vecina María Passerini lo tomó a su cargo y todo fue mejor para él. Siempre fue un joven inquieto, trabajador, y por sobre todo muy alegre y enamoradizo. Abrazó la profesión de mozo y transitó por distintos bares, restaurantes y confiterías, llevando también la bandeja en fiestas y reuniones, destacándose siempre por su carácter jovial y bromista. Contrajo matrimonio con una atractiva joven de nuestro medio, Fabiana Méndez y tuvieron un hermoso niño, pero un golpe del destino tronchó la felicidad de la pareja y ya nada fue igual para ambos. El niño falleció de muerte súbita cuando tenía apenas 6 años. Esa tragedia fue para Miguel la muerte en vida, se separó, perdía sus trabajos, encontró en el alcohol el compañero de tantas tristezas, y pese a que sus amigos y allegados le brindaban todo su afecto y cariño, no lograba sopreponerse. Los últimos años contó con la compañía del conocido peluquero Germán Bramajo y familia, que lo cobijaron en su casa, y pudo Miguel sobreponerse en parte a tantos tropezones. Allí logró el calor de una familia, hasta que la enfermedad se apareció como un fantasma en su vida, pasándole la factura por tantos desarreglos, que cual la música de un tango compensan las penas y ayudan a vivir.

Queda el recuerdo cálido de su silencioso paso por la vida. Sus chistes, su imagen encorvada leyendo el diario de la mañana, su caminar ágil y su bandeja bailarina.

Dejó una huella y lloraron su partida.